Él se llama Lucas, tiene treinta y seis años de edad, es un tipo apuesto, reservado y hasta algo discreto. Lo conocí sin querer, en un estudio de abogados, ambos estábamos sentados, esperando nuestro turno. Él tiró la moneda al aire, y de una conversación tan sencilla, nos entretenimos conversando fluidamente. Quedamos en salir próximamente, ambos nos dimos nuestro número de celular y cada quien siguió su camino. Pasado dos días, recibo un par de mensajes de Lucas, quería que lo acompañara al banco y posteriormente a almorzar, le confirmé con mucha alegría, me bañe y alisté super rápido. Le di el encuentro, fuimos al banco juntos, luego a almorzar, se le notaba inquieto o tal vez preocupado pero no me importo, y seguimos conversando de la vida, de sus amigos, de los míos, me pareció increíble su sentido del humor y hasta afectivo, lo noté por sus manos dóciles. ¿Cuánto amor podría albergar este hombre?, me pregunte, o es que acaso me estaba adelantando a los hechos, era muy pro