E l cálido viento agitaba las hojas de añejos arboles olvidados, sacudiendo el polvo de sus hojas, acumuladas por el transcurso de los días. No saben como fueron a parar allí, no sabiendo quien fue el que los sembró o si fue la naturaleza misma. Sólo saben a través de sus raíces que aun siguen con vida mediante el agua y la tierra fértil de aquel campo de cultivo. Esos arboles que con el paso de los años se han hecho historia y les delata la gruesa coraza de su tronco. A través de sus ramas traspasa una tenue luz de sol. Una sensación de calidez y paz. Sirve como sombra y refugio de las diminutas hormigas y nidos de pájaros cantores. Saben que están de paso, la naturaleza les permite compartir por lo sabia que es. No piden nada a cambio; sólo paz. Como árboles quietos y añejos son Antonio y Elvira. Ambos contemplan la tarde sentados en su silla hecha a base de huarango, esperando la llegada de visitantes. Una familia joven del cual quedó en ir a verlos para la venta de un...