Hay días en que suelo llorar recordando el pasado o sencillamente por alguna eventualidad del presente. Es mi naturaleza, llorar. Vine al mundo llorando, exclamando gritos de libertad y paz. No me lastimen, no me digan nada grosero, no me toquen mucho menos se atrevan de burlarse de mis sentimientos. Quien le escribe, tiene un sinfín de penas, penas allí consumidas, empolvadas de esas que hay que sacudir kilos y kilos de moho y polvo. Mis penas no son por mi, son generadas y causadas por otras almas perversas, almas celosas y prepotentes, que causan al mundo ansiedad y pánico. Siempre he vivido en una casa grande, donde subía y bajaba escaleras, donde jugaba sola en un rincón, donde soltaba y sonaba a diestra y siniestras mis escasos juguetes. Ellos mis tíos perversos me asustaban, a veces me jalaban de los cabellos, se burlaban de mí, me decían cosas feas, me extorsionaban con sus miradas fulminantes y llenos de furia. A mi corta edad mi vida estaba convirtiéndose en ansiedad y pá...