Lo recuerdo como si fuera ayer. Tenía cinco años, mientras que Carlos y Úrsula tenían once y diez años respectivamente. Cada vez que venían a visitarnos se hospedaban en casa de mis tías. Su llegada para toda la familia era la más esperada. Nos traían algunos regalos o dulces.
Carlos a pesar de su escaza edad siempre denotaba cariño, algo rebelde en sus decisiones y muy educado. Físicamente no era tan delgado, de piel blanca, ojos claros, con pecas en la nariz, y el cabello color castaño encendido. Ese era Carlos a quién lo dejé de ver cuando él tuvo dieciséis años.
Úrsula, una niña linda, delicada, con una sonrisa transparente, de nariz perfilada adornada de inocentes pecas, con los tremendos ojazos color miel y de cabello largo de color castaño claro encendido. Qué lindo era su cabello, ¡me encantaba!.
Ella siempre fue conmigo muy cariñosa, atenta, jugábamos y me enseñaba cosas nuevas. Ambos para mí representaban los hermanos mayores que nunca tuve. Mis primos de cariño.
Una mañana que llego a la casa de mis tías donde solían hospedarse, los veo desempacando. Ambos habían sido embarcados y mis tías fueron a recogerlos. Me ven y me sonríen. Una de mis tías les pregunta a ambos que quisieran almorzar hoy, y Úrsula responde alegremente -Hoy quisiera almorzar camarones-, Carlos sucumbió. Mientras que yo me quedé mirándolos asustada desde el umbral de la puerta y lancé mi inocente voz de protesta, -los camarones pican-, Úrsula me miró extrañada y con su sublime educada voz, -Jill, los camarones no pican, tienes que probarlos-. (No entendió lo que le quería decir, no era por el sabor, sino por sus pequeños tentáculos, que me daban miedo).
Ese día no recuerdo que almorzamos, pero debió de haber sido camarones, porque mis tías los consentían y los querían mucho.
Todas sus vacaciones venían a Ica a disfrutar del sol y de la tranquilidad de la ciudad. Una temporada de verano, vinieron con el resto de su familia, quién trajo a una prima de ellos, llamada Nicole.
Úrsula ya tenía trece años, y ya estaba en secundaria. Ambas cursaban el mismo año y estudiaban en el Sophianum School. Las veía sentadas en el umbral de la puerta principal, conversando de muchas cosas. Úrsula dejó las colas por soltarse el cabello y eso cambió un poco a mi parecer, quizás me seguía viendo como una niña. Pero eso sí, cada vez que me veía pasar por su lado, me abrazaba, me cantaba canciones con las manos que las lindas monjitas del colegio les había enseñado. Habían ratos en los que jugábamos y hasta me enseñó algunos pasos de ballet que ella practicaba desde los tres años. Siempre fue muy educada, pausada, sabía expresarse correctamente. La admiraba. Me fascinaba la rebeldía de sus cabellos y sus trenzas, lo desajustado de sus pantalones como toda una adolescente. Era tan natural.
Carlos, el chico loco, educado y atento. El me consentía en todo, a pesar de su corta edad me trataba con caballerocidad. Íbamos a la bodega del frente de la casa. Me pregunta que quería. Yo pedía esto y aquello y él lo compraba. Aprendió a conducir el carro y me llevaba a pasear a dar vueltas por allí cerca. Se hizo amigos de los chicos de la cuadra. Casi ni hablábamos mucho. Pero cada vez que me veía decía mi nombre y sonreía con mucho cariño. Eso me hacia feliz.
Una vez más regresaron a visitarnos después de un tiempo, sólo vino mi tía con Carlos, todos nos preguntamos por Úrsula, ella había cumplido quince años y por su cumpleaños se fue a Estados Unidos a tomar unas vacaciones a Miami. Todos sonreímos, pero también nos pusimos tristes por su ausencia. Sobre todo a mí, a quien la extrañaba y la consideraba como una hermana mayor.
Ese año, fue el último año en que vi a Carlos. Pronto ingresaría a estudiar en la universidad y tendría que estudiar como muchos chicos de su edad aparte de los nuevos amigos, invitaciones a fiestas, etc.
Al cumplir quince años, mi prima y mi papá, fuimos a Lima a visitarlos. Dimos con su departamento. Sólo encontramos a mi tía, había llegado de hacer las compras. Carlos y Úrsula no estaban. Ambos andaban de viaje. Carlos estudiaba en la Universidad de Lima y Úrsula en la Unife. Nos invito a conocer la habitación de Úrsula y algo llamó nuestra atención, en su bitácora habían muchas fotos, mi tía nos iba explicando cada una de ellas, como también nos contó del primer amor de Úrsula. Habían muchas fotos con su enamorado tomadas en Nueva York. Ambos se conocieron casualmente por un amigo, y este iba recogerla todos los días a la universidad. Un chico alto, guapo de cabello oleado castaño claro, nieto de un embajador.
Al terminar de escuchar la narración de mi tía. Mi prima y yo, nos quedamos mirando un buen rato las fotos, sobre todo de él, porque su imagen impresa derramaba suspiros.
Ese año fue la última vez que vi a mi tía, y supe de mis primos de cariño. Me pregunto que habrá sido de ellos, ¿seguirán juntos?. Supongo que cada uno de mis primos deben estar casados con hijos, quizás viviendo en el país o en el extranjero, trabajando, viajando, riendo, soñando, despertando, bailando, comiendo, disfrutando, pensando, sonriendo, recordando…Nostalgia.
Comentarios
Publicar un comentario