Hace semanas atrás me robaron mi iPhone, estuve caminando bien tranquila por una avenida a las ocho de la noche, cuando en eso un tipo venía por mi detrás. Nunca antes me habían robado el celular. Creo que de tantas veces decir: "a mi nunca me han robado", tuve que pagarla. Quizás si no hubiese sacado el celular probablemente me hubieran robado la cartera, o quizás no hubiese pasado nada.
Siempre he caminado con el celular en las manos y nunca me pasó nada. (hasta ese momento). Saqué el celular porque decidí escribirle a un "prófugo", (en algún momento escribiré de ello). Estaba por enviarle el mensaje, cuando en eso un tipo sale disparado detrás mio y me arrancha de mis manos el celular. Esos momentos para mí, fueron de ripley. Cuadro por cuadro. El tipo se subió a una moto lineal quien lo esperaba a la vuelta de la esquina. Así es, ya me habían trazado.
Recordé un poco de mi mala suerte durante todo el proceso de mi vida. No sólo me han robado sino que también he estado al borde de la muerte. Viéndolo así, creo ser un gato con siete vidas. Quizás ya se me estén descontando. O quizás la vida me quiera dar lecciones.
Cuando tenia nueve años, cada vez que llegaba del colegio me daba un baño en el patio trasero de la casa. Agarraba una manguera y me ponía a jugar con ella. Me percato que la luz del patio estaba prendida, siendo de día. Decido apagarla. Me quedé conectada al interruptor. Fue tan rápido. En ese momento no pensé en nada. Mi tía me vio. Al parecer pensó que estaba jugando, pero como vio que me movía se dio cuenta que me había electrocutado. Inmediatamente bajó la palanca y desconecto la electricidad. Fue en mi búsqueda. No se que paso. Pero de susto me puse a llorar. Si mi tía no entraba a la cocina, dudo que ahora estuviera escribiendo.
Cuando tenía cuatro años, mi mamá me compró un triciclo. Por mi parte estaba muy contenta. Mi mamá subió el triciclo al segundo piso para que allí pasee a lo largo del pasadizo. Estuve manejándolo. Cuando en eso me impulso hacía atrás y cuando me di cuenta estuve en el descansar de la escalera tirada con el triciclo encima mio. Mis llantos fueron delatadores. Mi mamá y mi tía fueron en mi auxilio.
Cuando tenía dos años, la verdad que no lo recuerdo. Pero mi mamá me cuenta que me compró una pelota, de esas pelototas gigantes. Mi cuerpo flácido y menudo se desaparecía ante tal juguete.
Un día de esos. Tenía la costumbre de subirme a las escaleras. Subí con la pelota. Y cuando menos se dio cuenta mi mama ya estaba abajo rodando. No se si es descuido de mi mamá o tal vez mio. Pero he tenido para estar en otro mejor lugar.
Cuando tenía catorce años. Me atoré con mi propia saliva. No tenia aire. Me dio una especie de asma. Las lágrimas se me salían. Me jalaban las orejas. Poco a poco aspiraba el poco aire que podía entrar y poco a poco fui recobrando la normalidad.
Cuando tenía diecisiete años, solía entrenar natación. Un día de esos. Por dármela de muy sabihonda. Me lanzo. A mitad de la piscina me da un calambre en la pierna. Me ahogaba. Me era difícil llegar al borde de la piscina. Alguien cerca me ayudó y me sacó.
Ya de joven misma, he tenido muchas caídas. Una vez estuve bajando las escaleras, pisé mal y me vine abajo. Caí de espaldas, felizmente me apoye con mis codos. He tenido para descaderarme o desnucarme y otra cuando estuve caminando por la calle. En la acera donde pasaba estaba rota. Pisé mal, mi tobillo se dobló y caí a la pista. Caí cual saco de papas. Pensé que la gente se reiría de mi. Pero al contrario. Me ayudaron. Llegué a casa echa trizas. Con raspones y una herida en la rodilla. Lloré cual niña de cuatro años.
Pues entre algo material y la vida misma. Pesa mas la vida misma. Mi iPhone fue hurtado de mis manos. Pero mi vida, mi vida sigue conmigo misma ante cualquier caída. Gracias al cielo.
Siempre he caminado con el celular en las manos y nunca me pasó nada. (hasta ese momento). Saqué el celular porque decidí escribirle a un "prófugo", (en algún momento escribiré de ello). Estaba por enviarle el mensaje, cuando en eso un tipo sale disparado detrás mio y me arrancha de mis manos el celular. Esos momentos para mí, fueron de ripley. Cuadro por cuadro. El tipo se subió a una moto lineal quien lo esperaba a la vuelta de la esquina. Así es, ya me habían trazado.
Recordé un poco de mi mala suerte durante todo el proceso de mi vida. No sólo me han robado sino que también he estado al borde de la muerte. Viéndolo así, creo ser un gato con siete vidas. Quizás ya se me estén descontando. O quizás la vida me quiera dar lecciones.
Cuando tenia nueve años, cada vez que llegaba del colegio me daba un baño en el patio trasero de la casa. Agarraba una manguera y me ponía a jugar con ella. Me percato que la luz del patio estaba prendida, siendo de día. Decido apagarla. Me quedé conectada al interruptor. Fue tan rápido. En ese momento no pensé en nada. Mi tía me vio. Al parecer pensó que estaba jugando, pero como vio que me movía se dio cuenta que me había electrocutado. Inmediatamente bajó la palanca y desconecto la electricidad. Fue en mi búsqueda. No se que paso. Pero de susto me puse a llorar. Si mi tía no entraba a la cocina, dudo que ahora estuviera escribiendo.
Cuando tenía cuatro años, mi mamá me compró un triciclo. Por mi parte estaba muy contenta. Mi mamá subió el triciclo al segundo piso para que allí pasee a lo largo del pasadizo. Estuve manejándolo. Cuando en eso me impulso hacía atrás y cuando me di cuenta estuve en el descansar de la escalera tirada con el triciclo encima mio. Mis llantos fueron delatadores. Mi mamá y mi tía fueron en mi auxilio.
Cuando tenía dos años, la verdad que no lo recuerdo. Pero mi mamá me cuenta que me compró una pelota, de esas pelototas gigantes. Mi cuerpo flácido y menudo se desaparecía ante tal juguete.
Un día de esos. Tenía la costumbre de subirme a las escaleras. Subí con la pelota. Y cuando menos se dio cuenta mi mama ya estaba abajo rodando. No se si es descuido de mi mamá o tal vez mio. Pero he tenido para estar en otro mejor lugar.
Cuando tenía catorce años. Me atoré con mi propia saliva. No tenia aire. Me dio una especie de asma. Las lágrimas se me salían. Me jalaban las orejas. Poco a poco aspiraba el poco aire que podía entrar y poco a poco fui recobrando la normalidad.
Cuando tenía diecisiete años, solía entrenar natación. Un día de esos. Por dármela de muy sabihonda. Me lanzo. A mitad de la piscina me da un calambre en la pierna. Me ahogaba. Me era difícil llegar al borde de la piscina. Alguien cerca me ayudó y me sacó.
Ya de joven misma, he tenido muchas caídas. Una vez estuve bajando las escaleras, pisé mal y me vine abajo. Caí de espaldas, felizmente me apoye con mis codos. He tenido para descaderarme o desnucarme y otra cuando estuve caminando por la calle. En la acera donde pasaba estaba rota. Pisé mal, mi tobillo se dobló y caí a la pista. Caí cual saco de papas. Pensé que la gente se reiría de mi. Pero al contrario. Me ayudaron. Llegué a casa echa trizas. Con raspones y una herida en la rodilla. Lloré cual niña de cuatro años.
Pues entre algo material y la vida misma. Pesa mas la vida misma. Mi iPhone fue hurtado de mis manos. Pero mi vida, mi vida sigue conmigo misma ante cualquier caída. Gracias al cielo.
Jilkita narras muy bien ah...buscas llegar al público lector, lo que te dije de que me hiciste reír fue por la forma como cuentas las cosas Me hiciste acordar con esa anécdota del timbre, al capítulo del Chavo haha..me encantó x)
ResponderEliminarGracias Chris!... Un fuerte abrazo.
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