"Viviré en tu recuerdo como un simple aguasero,... vivirás en mis sueños como tinta indeleble...me tosté en tus mejillas como el sol en la tarde y no vivo un segundo para decirte que sin ti muero, me quedé en tus pupilas mi bien, ya no cierro los ojos y me ahogo en los mares de tu partida"...
Ahora lo veo distinto, ahora lo entiendo
todo. Si tan sólo hubiera dado una señal positiva, tal vez hubiera sido
trampolín de un beso. Tal vez si hubiera rebuscado más conversación hubiera
conseguido más que un simple lazo de amistad. Sé qué no puedo retroceder el
tiempo, tampoco puedo retroceder los meses y el año del que fue. El año en que
me preguntaste y que se hizo al año siguiente se convirtiera en una frecuencia
ansiosa, es este año en que me hizo ir por ti buscando una respuesta interna,
en el fondo fui a hallarte y el resultado fue despedirme desde el umbral de
aquella vitrina donde no pude salir a tu encuentro pero llenaste de felicidad
mi corazón con sólo verte.
Ahí estaba Gonzalo, dentro de los nuevos amigos. Aunque ya me lo habían presentado un año antes, sólo de hola y chao, fue motivo para volvernos a reunirnos y conocernos más.
Dos años antes,
cuando me lo presentaron, noté una inquietud en su mirada. Y al toque me dije:
“este quiere algo”. A las semanas siguientes lo vi un par de veces más también,
siempre ha sido un tipo con buena fluidez al conversar. Es decir sociable, cae
bien a todos y siempre se ha caracterizado por su sencillez.
En ese entonces
yo estaba saliendo con “fulanito de tal”. No le tomé importancia a Gonzalo,
tampoco me interesaba salir con él y entablar amistad. Tal vez porque en ese
momento tenía una relación y por una cuestión de fidelidad a mis ideas.
Al terminar el
año, Gonzalo consiguió mis datos de MSN y Facebook. Lo acepté y por ahí comenzó
todo. El me escribió un correo consultándome si a mí no me molestaba que nos
escribiéramos. Respondí que no. Entonces seguimos mandándonos correos.
Fue el año en que me la pasé de mi cama al baño y del baño a mi cama. Esa era
mi rutina diaria.
En uno de sus
tantos correos él quería invitarme a comer pizza o tal vez al cine. No accedí y
quedó en veremos. Lógicamente no quise por mis condiciones corporales, tampoco
quería que se desilusionara de mí con tan solo verme. Pero aun así él quería
saber de mí, conocerme a un más. Cosa que se llegó a dar al año siguiente. En el
fondo reservó un espacio para mí.
Días después del año nuevo, nuevamente tengo contacto con él, pero
esta vez por MSN. Recuerdo que en la noche, conversamos un poco de las
noticias, y de las cosas que nos gustaba. Entre preguntas y respuestas, el sin
ningún reparo y pudor me hace la pregunta que ya sabía que me la preguntaría,
era de esperarse. ¿Podemos conocernos más para luego ser una pareja y con el
tiempo algo serio? En ese momento no supe que decirle. Si decirle si o no. Si
salir con él o tal vez ser fiel a mi moral. Si conocer a otro hombre y dejar al
chico con quien salía porque en el fondo la relación no andaba bien. Todo se me
cruzó en cuestión de segundos. Pero luego pensé el chico con quien salgo sabe cómo
soy y me acepta así como soy. Qué pasaría si lo dejo y estoy con Gonzalo y después
que me conozca se desencante. No mejor no. No quiero hacerle pasar mal rato, así
fue. La respuesta fue no y ahí quedó. Ya no tuvimos más contacto hasta pasado
seis meses. Tal vez la vergüenza y el orgullo hizo que nuevamente sea como el
principio. “hola y chao”.
Lo volví a ver en el cumpleaños de un amigo. Ahí nos reunimos
todos. En cuanto me vio, me saludo con naturalidad pero ya no con la mirada de
la primera vez, sino como algo sin importancia.
Me saludó con cierta diplomacia y curiosidad. Conversamos poco y
desde ese momento sentí que me entró un nerviosismo en cuanto lo vi. Algo así
llamado como la atracción, recordé la propuesta de hace medio año atrás y me
pregunté si aún seguía en pie.
Después de algunas semanas salimos en grupo de amigos, al cine o a
cenar. A veces me llamaba para visitar a otro amigo y comer algo. Tal vez no tenía
el coraje suficiente para decirme personalmente: Quiero salir contigo y punto.
Yo tampoco no tuve la excusa necesaria para decirle: Hoy salimos los dos.
Llegó el día de su cumpleaños y me invitó a una cena que solo
invitó a menos de diez personas. Me alegré en cuanto me hizo la invitación. No
invito al resto de los amigos. Sólo unos cuantos y entre ellos a mí. Por qué a mí, me volví a preguntar, será porque ahora renació el sentimiento del gusto. Lo
que sea. Me gustó.
Esa noche fui. Se armó una mesa con comida preparada por Lili, la señora
encargada de la casa. Me senté al lado de él. Se le notaba algo nervioso al igual que yo, hasta que alguien dio unas palabras de agradecimiento y buenaventura, mientras que yo por
dentro me decía: Si, Gonzalo, has llegado en buen momento a nuestras vidas,
pero en especial a la mía. Quiero estar contigo.
Al cabo de unos meses, salíamos en grupo como cada semana. Siempre
los tres: Gonzalo, Roberto y Yo. Por mi parte quería salir exclusivamente con
Gonzalo. Un día de esos tramé en salir al cine sólo con él. Lo llamé al medio día
a Gonzalo, le dije si hoy podíamos ir al cine plan ocho saliendo de su trabajo y
me respondió que me llamaría a las cinco para confirmar. Ya pasado la media
tarde vi un par de llamadas sin responder lo llamé plan siete no me contesto y
presumí que estaba ocupado o que simplemente ya no quería salir. Me llamó como
a los quince minutos del teléfono de la oficina. Me saludó y me dijo: Me duele
el estómago, no creo poder ir al cine. Quisiera comer algo liviano no sé. En
ese momento me desilusioné y pensé que no quería nada conmigo, ninguna salida,
que era pretexto lo del estómago y lo único que hice fue colgarle la bendita llamada.
Yo no quería ir a comer si esa fueron sus intenciones de no saber cómo decirme; oye no quiero ir al cine y quiero ir a cenar, o tal vez quería ir a cenar solo. Esa
noche me fui al cine sola.
A las semanas me llama y me hace la oferta de salir los dos a
cenar. Me emocioné porque en el fondo quería qué de una vez por todas me lo diga. Me
recogió y fuimos a cenar al restaurante de siempre. Conversamos entre sonrisas
sonrojadas y gustosas. Me hizo muchas propuestas de salir e ir allá o acá, de
tal vez quedar un día en ver películas o cosas así. Y nuevamente le noté aquel
brillo de sus ojos como la primera vez en que lo conocí. Esta vez sí nos gustábamos.
Al año siguiente -este año-, empezamos a salir con mayor
frecuencia. Fue el mejor verano de mi vida –sé que podrán llegar otros mejores,
pero este fue el mejor de este año- al lado de él.
Salíamos constantemente al cine, a almorzar y cenar y como cada
domingo de cada semana religiosamente íbamos a misa y después a almorzar a un
lugar campestre, entre risas y algunas copas de vino con algunos helados de
postre, sentí el verdadero amor, sentí lo que es amar de verdad, nunca antes me
había pasado esto, pero lo amé en silencio.
Días antes de mi cumpleaños le mando un mensaje si estaba
disponible para el domingo que era mi cumpleaños, nos iríamos a la playa. Se
emocionó tanto, que al día siguiente me llamó para almorzar juntos y enseñarme
las cosas que había comprado, como cooler, sombrilla, llevaría algunas
cervezas, el trípode para las fotos y algunos juegos para distraernos,
acordamos las cosas que tendríamos que llevar. Su actitud dijo más que mil
palabras. Sus hechos me encantaron porque nunca nadie había hecho lo que yo también
haría por la persona quien me gustara, o sea él.
Ya en la playa, llevé a un par de amigas, entre juegos y risas,
hicimos una especie de ceremonia, entre nosotros. Cada uno hablo referente a mí
y lo mejor, le tocó hablar a Gonzalo dijo las cosas que me gustaban; la música,
leer, la natación, la playa, la fotografía, en fin. Él ya me había observado,
una vez más caí rendida nunca nadie me había dicho mis virtudes. Lo amé a un más.
Finalmente di mis palabras de agradecimiento y hablé por cada uno de los
presentes, le di las gracias a Gonzalo porque llegó en un buen momento a mi
vida y él se quedó de una pieza mirándome a los ojos como si hubiese sido víctima
de algo importante.
Lo mejor vino después, cuando le propuse caminar hasta el final de
la playa donde terminaba en un pequeño golfo de rocas y peñas. Llevé mi copa de
vino en la mano y estuvimos conversando por el camino. Para pasar el bloque de
rocas teníamos que tener mucho cuidado ya que la piedra estaba cubierta de
algas y era muy resbaladizas. El me ayudó a cruzarla, me tendió su mano y así
caminamos hasta bajar rocas caminamos en la arena cogiéndonos de la mano. Sentí
su apretón y yo sentía que poco a poco caía de amor por él. Nos bañamos en la pocita de mar, él se cayó por el golpe de las olas, fui a levantarlo. Nos sonreímos y decidimos
regresar. Tal vez en ese lugar tan desolado se prestaba para algo más que un
simple apretón de manos. Algo más. Que él ni yo daba el punto de partida.
Regresamos a nuestro lugar, después de unas horas, esperé muchas
señales de él, pero nada, estaba recostado en la arena meditando, contemplando
lo ajeno que es el mar. Me levanté sin que nadie se diera cuenta y por la parte de
atrás caminé, tomé un atajo y llegué al mar. Me metí, con la intención que el reaccionara ante mi presencia, si realmente le gusto que venga hacia mí, hable en mis adentros.
Dicho y hecho, alcanzó verme, le noté a lo lejos que sonrió, se levantó y camino hacia mí, por Dios venía a mi encuentro. Me zambullí de sonrojo.
Llegó y me volvió a sonreír con aquella mirada pacifica que tiene,
hicimos un juego de pasar por debajo de las piernas de cada uno. Lo intentamos
varias veces nos echamos a reír cual adolescentes. Luego el hizo una acrobacia.
Se paró con dos manos en el fondo del agua e hizo que sus piernas estuvieran
colgando en el aire, finalmente me subí en sus hombros y me resbalé. Ya es la
hora de almorzar me dijo, vamonos.
Al terminar el verano, noté que me molestaba la presencia de
Roberto. Quería estar a solas con Gonzalo y no parecía que pasemos por el a
recogerlo e ir al cine juntos. Creo que Gonzalo se dio cuenta de mi mal humor.
Un día de esos, propuso que me dejaría a mi primero y luego a Roberto eso fue
la gota que colmó mi vaso, porque no lo hacía desde cuando empezamos a salir.
Al día siguiente lo llamo para ir a cenar, él acepta, siempre y cuando sea en algún lugar cerca a su departamento.
Fui por él y caminamos en dirección al restaurante del hotel. Conversamos muy poco y
tal vez él trataba de decirme muchas cosas pero no le entendí, estaba molesta
por lo sucedido del día anterior. No hablé nada. Y sólo llegué a escuchar que
me dijo: Parece que me voy a ir a tal lugar a trabajar, estoy en la lista, lo más probable es que me vaya a comienzos de mayo.
Mientras que yo atolondrada no le dije nada. Esa noche me dejó en la puerta de
mi casa y fue la última salida que tuvimos, y lo supe desde que cerré la puerta
de mi casa, y lo noté mucho antes en sus ojos, ya no eran los mismos de antes,
algo había pasado y no sabía que era. Tal vez quiso decirme oye me voy y no
quiero desilusionarte o enamorarme y dejar las cosas en el aire o tal vez quiso
decirme he conocido a alguien más encantadora que tú y ya te conocí, ya sé cómo
eres y hasta acá nomas. Ese día nos alejamos.
Al mes siguiente me hacen la propuesta de radicar fuera de la
ciudad, así que me fui sin aspavientos. Aun me sentía conectada con Gonzalo y
lo extrañaba, extrañaba conversar con él, que tuviéramos cosas en común, que
caminemos juntos de su brazo, que me abrace y me dé un beso en la frente, que comiéramos
helados saliendo de misa, que carguemos nuestras botellas de agua mineral, que
siempre me retara que el agua mineral que él tomaba era mejor que la mía, que
me haría conocer la fábrica, que escucháramos canciones en inglés y la taradeábamos porque no recordábamos la letra, que habláramos de películas de ciencia ficción, extrañaba contarle cosas longevas de mi familia y
echarnos a reír ante cualquier anécdota, de haber tomado algunos aperitivos de
vino e hizo que de una vez por todas nos soltemos con naturalidad. Extrañaba que me asesorara profesionalmente, apostó por mi, extrañaba eso, sus consejos, el buen couch en mi vida diaria. La suma de todo, hizo que me
enamorara de él con amor.
Al cabo de unos meses, regresé a mi ciudad, Roberto me llama para
decirme que hoy nos reuniríamos. Al llegar me dice que también vendrá Gonzalo,
hice un gesto de mal humor, pero en él fondo me moría de ganas de verlo. Llegó
y en cuanto me vio se tocó de nervios. De nuevo le noté la sonrisa y el brillo
en sus ojos, me preguntó cómo estaba. Siguió llegando más gente y conversamos
de muchas cosas del mundo. Pidieron un delivery de comida y noté nuevamente su
nerviosismo pero a la vez su distanciamiento hacia mí, quería ayudar a poner la
mesa, pero antes que él se levantara, yo me levanté. Porque así como él yo también
marcaba distancia del uno y del otro así de simple. Esa fue la última noche que
conversamos tan de cerca. Me propuso irnos juntos pero le dije que ya había pedido
un taxi, tal vez mi orgullo hizo que tomara esa decisión tan cruel y tan tajante.
Unos meses más tarde, ordené mis ideas, no era posible que todo
este tiempo yo lo haya escuchado y nunca atiné en preguntarle más cosas de él.
No era posible que él me dijera con soltura su propuesta de estar juntos, y yo
nunca le haya hecho saber mis sentimientos. No era posible que se haya ido y me
haya dejado así por así, con la ilusión puesta, que todo este tiempo que
conversamos me orientó y me aconsejó y yo no haya podido ayudarlo en prestarle
mucho más atención a su vida diaria. No era posible. Recordé todo lo que hizo por mí, lo de la
playa, las compras y las invitaciones. No era posible el esperaba más de mí y
yo sólo le di por pequeños y minúsculos trocitos de gusto. Esperaba que yo lance
la primera piedra para el luego estar seguro de sus sentimientos y sobre todo
de los míos. Pues no era posible que por esas actitudes nos hayamos separado y
que nuestra amistad se quede en el olvido, pues no era posible, las cosas no
son así. Me voy a buscarlo, voy a decirle todo lo que pienso, a estas alturas
ya no tengo nada que perder, voy a mirarle la cara de frente y si es posible
robarle un beso, así de decidida e impulsiva iba a tomar las cosas sólo por él.
Para estar segura que en verdad lo iba a ver lo llamé. Se alegró al
escucharme y después de una larga conversación finalmente me dijo que todos los
fines viajaba para un curso, pero me dejo la esperanza de que sea en otra
oportunidad.
Recordé un poco cuando lo llamé para ir al cine y me dijo que no quería
por ir a cenar. Aun así me fui al cine sola. Entonces tomé la decisión de ir ya
no a verlo pero si a tomarme unas vacaciones y así fue, compré mi pasaje de ida
y vuelta. Por lo menos sabría que él estaría bien. Estando allá entendí que él
está muy bien por acá, que hay mucho más cosas que a él le gustan y están al
alcance de sus manos. Una vez más conversé conmigo misma y sólo le pedí al
universo saber más de él, no sé, tal vez su trabajo, para mi suerte
volteé la mirada y al frente mío estaba su trabajo, en letras grandes la
empresa donde trabaja. Me entusiasmé, me quedé más tranquila al saber que está muy bien. Al regreso,
estando en el aeropuerto, me fui al segundo nivel a conversar nuevamente con el
universo. Y le pedí que si no he podido decirle lo que he venido a decirle
por lo menos con tan sólo verlo ya están dichas las cosas, sin tan sólo pudiera
verlo de lejos en el próximo vuelo de regreso. Me voy en paz porque es una respuesta
más a mi alma enamorada. Ya en sala de embarque desde lo amplio de la mampara,
estiro el cuello a ver si lo encuentro entre el gentío, y ahí lo vi, era él,
sí, era él. Su forma de caminar, tan liviana. Con las manos en los bolsillos y
la mirada noble y espiritual tan propia de él. Si era él. Mi corazón se exaltó. Dijo
todo en menos de tres segundos, -he venido
por ti Gonzalo, si supieras adonde me ha llevado mi locura, he venido a
conversar contigo a decirte lo cuanto me haces falta, me has traído paz y alegría
en mi corazón, llegaste en un buen momento a mi vida, Gonzalo, siento amor del
bueno por ti, es un te amo cálido, pacifico, quieto, equilibrado, libre y genuino. Gonzalo, gracias por todo
lo bueno, si Dios lo quiere en algún momento volveremos a conversar
personalmente, aun así he venido a sellar este agujero que me dejaste, y ahora
con sólo verte sé que pronto se sellará, nuevamente soy feliz con solo verte
-.
Al subir al avión en que él regresó, sentí que mi corazón se despedía para siempre de él. Un par de lagrimas rodaron por mis mejillas, haciéndome la disimulada, llevé mi mano a mi rostro. Hasta aquí terminó mi ilusión y viendo caer el atardecer a través de la ventana, se que algo muy bueno nos deparara el universo para cada uno de nosotros, pensé. Mientras que el avión iba cogiendo viada, mis sentimientos se desprendieron así como el despegar
de aquel avión de aquel día.
ME ENCANTO!!!...:)
ResponderEliminarGracias :)
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