Nuestro dedo señalador, aquel dedo puntero, justiciero,
desenvainado, aniquilador, que se presta para un millón de señales que se van dando conforme lo vamos mencionando uno tras otro.
No tenemos conciencia de nuestro dedo y sin querer ya está apuntando, está lesionando cuerpos, quien nadie sabe si es verdad o no.
La critica, los malos comentarios, los creos, los que afirman, los que dicen, los que lastiman, los celos, las burlas, las sorpresas, las alegrías ajenas, la pena personal, la culpa, la venganza, la traición, la verdad, la mentira, el me dijo, ella dice, ellos dijeron, tu dijiste, yo le dije, yo me defiendo.
Si pues, a veces nuestro dedo índice tiende a jugarnos una muy mala pasada, creemos tener la verdad absoluta, creemos imaginar cosas que no son, creemos que somos engañados, o tal vez queremos desafiar al otro para sentir culpa o pasar como victima justiciera.
Las palabras dichas matan, las palabras escritas sorprenden, las palabras entrecortadas se son dubitativas, las palabras afirmativas son criminales. Palabras con palabras se prestan para el juego mortal del cual uno tiene que sobrevivir, con verdad o mentira.
Si se pudiera señalar a cada una de ellas por su nombre; tu, tu y tu también, tal vez podría ser una lista larga, porque en realidad siempre tenemos un sentimiento resentido hacia la otra persona. Como también se podría señalar a muy pocas, para hacerle saber cuan importante es para uno mismo.
Aun no sabemos manejar nuestro dedo lleno de culpabilidad, nuestro dedo honesto, deshonesto, absurdo y patético, algo indiscreto y tímido a la vez.
Tal vez nunca le hemos prestado atención, tal vez desde el día de nuestro nacimiento no teníamos noción de la flexibilidad de nuestros dedos, aquel dedo con que te arañabas la cara, y con el paso de los años fuiste creciendo, sin dominar el carácter de tu dedo, y ahora se ha convertido en inmensas arañadas ajenas.
Lo peor de todo sería que tu mismo dedo apunte hacia ti y te fulmine, te termine delatando, te diga un par de verdades, unas cuantas indiscreciones al aire, te haga sentir como la misma persona quien eres y hasta tal vez te arrastre al valor de la verdad.
Lo reconfortante de todo es que siempre te termina tocando.
desenvainado, aniquilador, que se presta para un millón de señales que se van dando conforme lo vamos mencionando uno tras otro.
No tenemos conciencia de nuestro dedo y sin querer ya está apuntando, está lesionando cuerpos, quien nadie sabe si es verdad o no.
La critica, los malos comentarios, los creos, los que afirman, los que dicen, los que lastiman, los celos, las burlas, las sorpresas, las alegrías ajenas, la pena personal, la culpa, la venganza, la traición, la verdad, la mentira, el me dijo, ella dice, ellos dijeron, tu dijiste, yo le dije, yo me defiendo.
Si pues, a veces nuestro dedo índice tiende a jugarnos una muy mala pasada, creemos tener la verdad absoluta, creemos imaginar cosas que no son, creemos que somos engañados, o tal vez queremos desafiar al otro para sentir culpa o pasar como victima justiciera.
Las palabras dichas matan, las palabras escritas sorprenden, las palabras entrecortadas se son dubitativas, las palabras afirmativas son criminales. Palabras con palabras se prestan para el juego mortal del cual uno tiene que sobrevivir, con verdad o mentira.
Si se pudiera señalar a cada una de ellas por su nombre; tu, tu y tu también, tal vez podría ser una lista larga, porque en realidad siempre tenemos un sentimiento resentido hacia la otra persona. Como también se podría señalar a muy pocas, para hacerle saber cuan importante es para uno mismo.
Aun no sabemos manejar nuestro dedo lleno de culpabilidad, nuestro dedo honesto, deshonesto, absurdo y patético, algo indiscreto y tímido a la vez.
Tal vez nunca le hemos prestado atención, tal vez desde el día de nuestro nacimiento no teníamos noción de la flexibilidad de nuestros dedos, aquel dedo con que te arañabas la cara, y con el paso de los años fuiste creciendo, sin dominar el carácter de tu dedo, y ahora se ha convertido en inmensas arañadas ajenas.
Lo peor de todo sería que tu mismo dedo apunte hacia ti y te fulmine, te termine delatando, te diga un par de verdades, unas cuantas indiscreciones al aire, te haga sentir como la misma persona quien eres y hasta tal vez te arrastre al valor de la verdad.
Lo reconfortante de todo es que siempre te termina tocando.
No juzguéis para que no seáis juzgados, no condenéis para que no seáis condenados ;)
ResponderEliminarPamela Zapata Bellido: El dedo acusador, ese dedo malevolo, maligno del mal, presos y señalados somos por el, y a la vez nuestra arma de lucha. Buen pots Jill Rosas!!!...
ResponderEliminarGracias por seguirme Pame, besos.
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