Mi amor nació con los cariños y cuidados de mi abuela, mi
abuelo, mi mamá, mi papá y tíos. Cuando nací fue mi abuela quien me abrigó con
su chompa color azul marino porque justo ese día en que nací por el apuro y los
nervios se olvidaron de llevar ropa de bebé al hospital. Por supuesto la
valentía de mi abuela sobraron las palabras y qué más reconfortante para un
bebé recién nacido estar acurrucada en una cálida chompa.
Las caricias de mamá en mi cuerpo fueron estimulación de
amor ante lo desconocido, fueron pequeñas sensaciones eléctricas pasadas por
todo mi diminuto cuerpo, estas esbozaron en una parcial tierna sonrisa de mi
parte cada vez que me hablaba con palabras bonitas.Con el paso de los meses, con mayor sentido y noción de lo que veía alrededor, me colgaba de los brazos de mi abuelo, en algún momento le jalaba los bigotes y el apremiaba con algunas palmaditas por la espalda. El amor y cariño del ser quien es tu cadena de vida, dejó en claro que mi presencia a este mundo ha sido satisfactoria para él.
Aprendí a caminar con la ayuda de la mano de mi papá, él me llevaba al parque siempre, allí en el jardín, extendiendome sus brazos, -si en caso me cayera-, poco a poco agarré confianza en mí misma. Cuando de pronto ya no caminaba, sino que corría a los brazos, y de un brinco llegaba a su cuello, donde me cargaba y me llevaba siempre, por mi parte se me notaba la felicidad en una sonrisa, me gustaba ver hacia abajo, lo alto que se veía todo, pasar por debajo de un árbol y tocar las flores y hojas puestas para finalmente dejarlas caer al suelo.
Mis tias y tios, se derretían ante mi presencia, ni que
decir con los inmensos apachurrones de mi tio, o los besos interminables de mi tía
y ni que decir de los cortos piquitos de amor de mi tio, al igual que a su
hija, nos llenaba de sonoros besos.
Los juegos en el nido, dejar que mi compañera de al lado me
peinara y acariciara mi cabello, inmediatamente caía en sueño afectivo, al igual que compartir
la lonchera, algunas galletas y dulces, ese olorcito sensacional que se
guardaba en nuestros útiles.
Encariñarme con mi vaquita preferida y la dejé en una
exposición de los juguetes favoritos, siempre pregunté por ella y mamá me
consolaba diciendome que pronto regresará a casa.
La bonita excursión con los niños que conocí en aquel bus
donde fui invitada por mi tía y mi primo de mi misma edad, aquellos lindos
niños con quienes nos divertimos en la playa. Ellos me llenaban el cuerpo con
algunas flores, me daban caracoles y conchitas de mar. Uno por uno iban
desfilando para yo sentir esa sensación de calidez y quietitud en mi cuerpo.
Los celos de mi primo iban espantando uno por uno a los niños, la protección e
inseguridad porque su cariño sea robado o superior al suyo.
La chocolatada navideña organizada por nuestro movimiento
familiar. Llevámonos chocolate, panetón, juguetes para los niños, y algo de
ropa, a aquel asentamiento humano en días de navidad. Ver a los niños correr y
esperar con mucha alegría que cada uno de ellos vayan recibiendo un bendecido
obsequio. Escuchar decir gracias, vuelvan pronto. Deja el corazón
reconfortante.
Irme a clases de inglés, y ver que allí está el chico que te
gusta, de vez en cuando sonríe y por la misma vergüenza personal prefería mirar
a otro lado, haciéndome gravemente la
disimulada. Hacer grupo de a dos y aprovechar estar cerca y la oportunidad de
conversar, sin saber exactamente que preguntarle sin que se note mi declaración
de amor, entonces no me quedaba de otra que sonreír.
Darte cuenta que ese amigo me lleva mirando semanas, está
enamorado de mí, le gusto. Me cita a solas y me confiesa su amor, no sé qué
responder, me pongo nerviosa, disimulo un poco, digo algún disparate,
finalmente le doy esperanzas en pensarlo.
Encontrarme en un retiro, recibir cartas de mis padres, es
la primera vez que me escribían, leer y dejarme en claro a través de la tinta
impresa sobre el papel, que realmente lo eres todo. Recordar un poco tus
locuras y recordar lo que esperan de ti. No hay emoción alguna mezclada en
sollozo y felicidad.
Tener una relación con ese chico a quien le dije sí, dejarme
abrazar, caminar de la mano, reír mucho, alagarme con sus arreglos florales, aventurarme
un poco más. Dejar de lado las formalidades y solo dejarme llevar. Aceptarlo
así como es, con sus virtudes y defectos.
Consentir a mis sobrinas pequeñitas, ellas son hijas de mi
prima hermana. Tan pequeñitas y se hacen derretir ante la mirada ajena. Jugar
con ellas, hacerlas reír, el brillo de mis ojos cambia. Cuanto cariño puede existir
en unas pequeñas niñas.
Dejar ir al ser amado, cuantos momentos lindos se
compartieron, cuantas anécdotas, cuantas lunas y cuantos soles y así se fue
pasando el tiempo y con el tiempo llegó la hora de partir cada quien por
caminos distintos. Y la vida sigue continuando y mi amor se despidió con
respeto y desprendimiento de su ausencia.
Ilusionarme con nuevas cosas que encontré en el camino,
ponerlas en práctica, hacerlas porque nace la voluntad, hacerlas porque me
gustan, hacerlas porque te apasiona, hacerlas porque le tomas cariño a tus
nuevas actividades.
Entablar conversación con aquel hombre desconocido por el
camino, él me dio el alcance y yo le di tregua, en el camino uno se va dando
cuenta que se formó el efecto mariposa,
esa cosquilla sentimental en todo tu ser, sabiendo que somos turistas de
momento no había forma de buscarnos y esperarnos brevemente, y al encontrar nuestro camino nos separamos
con rumbos distintos entonces te queda esa miel de querer saber de él, te queda
ese suspiro fugaz.
Volverme a enamorar, esta vez dejar que todo fluya según su
encanto. Ver que ese hombre le invade la curiosidad por saber de ti, saber que
puedes contar en los momentos precisos, saber que se ha convertido en una
relación sólida, firme, sin reservas. Sabes de él como el inicio de la lluvia,
y él sabe de ti como, cómo se forman los ríos. Todo bajo su mismo encanto
natural.
El amor, mi amor nació y es así sin reservas, con reservas,
con vergüenza y sinvergüenza, con timidez y locas aventuras, con desinterés y
con ánimos de exploradora, con calidez y pasión, con abrazos y mimos, con
soltura y ajuste, con risas y seriedad, con defectos y virtudes, aceptarlas,
dejarlas ir porque es su momento, eso se llama amor. El amor.
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