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HAY UNA BRUJA EN MI ROPERO


Hay una bruja en mi ropero, me di cuenta hace varias semanas, cada vez que abría el closet me llevaba sorpresas, como arte de magia aparecía o desaparecía la ropa,  en ese momento no presté mayor atención, pero una vez en los que tocaba día de limpieza, decido poner en orden la ropa amontonada allí ese ropero casi envejecido por el pasar de los años, de seguro que las temitas están haciendo de las suyas me dije, a este paso habrá desaparecido la poca ropa que tengo. Al Abrir las puertas del closet  me  llevo una sorpresa  Algo llamó mi atención  allí al fondo, donde todo  parece oscuro, no puedo ver nada, inclino un poco el cuerpo y le doy un vistazo rápido, estiro los brazos para revisar que hay allí abajo, en ese preciso momento aparece  una nariz muy grande y puntiaguda. Reacciono y me hago hacia atrás, dejando las puertas del ropero entreabiertas. Me di cuenta que había un ser viviente allí adentro, no estaba segura si podría ser un animal o un ser extraño.  Con el transcurrir de los días, pude comprobar que entre las esquinas de la puerta se enredaban un manojo de pelos largos color plateado claro, y para comprobar mi prueba, encontré en los bolsillos de mi abrigo favorito, uñas quebradas muy descuidadas. Deduje por muy extraño que sonase no era un animal, era una bruja y hasta pensé que su sensible olfato era punto de declive ante mis pertenencias, las olfateaba, las revisaba, le daba la vuelta, y cual sabueso mostraba los colmillos de enojo porque no había sido invitada al remate de clothes. Esta bruja disponía de mis pertenencias y un poco de mi vida. Su gran debilidad son los clothes, y no enseñarle o no invitarla al gran remate era un pecado mortal, cual vampiro con sus inmensas alas, se colgaba de las perchas, ahí dormía, vigilaba el número de veces que había sido retirado los trapos.  Esa fue mi conclusión después de meses que lleve espiándola a escondidas.

La segunda vez que volví a ver a la bruja, fue  cuando abrí el ropero y guardé un abrigo nuevo, en ese momento que estoy colocando la percha en su sitio, sentí una pesada mano,  volteo y en menos de dos segundos fue arranchado y llevado a ese espacio negro del fondo del ropero, inmediatamente cerré las puertas y no quise saber más del abrigo. Desde esa fecha la bruja me declaró que se quedaría en mi ropero y estaría allí siempre.

Las siguientes veces que la vi aparecer se hizo notar de susto en susto, sentí que ya podía hacer nada. Recuerdo que aquel día, llevé con unos menudos trapos, lo escondí en uno de los cajones, entre la ropa. De inmediato se activó la luz roja de la bruja, y salió de un abre puertas del ropero, comenzó a investigar, yo me escondí como pude, su habilidad psíquica es indiscutible, la bruja dio con la mercancía, lo destapó al aire, lo olió, lo volteó, hasta que se echó a buscarme con la mirada, me encontró, fue muy evidente, se dio cuenta por mis zapatillas y con muchísimo enojo fue a descubrirme, me tomo del hombro y me indicó con sus magistrales uñas lo que haría con mi prenda. Lo hizo picadillo con sus filudas uñas sin necesidad de usar tijeras. Lloré, lloré mucho, mi enojo fue punto de partida para empezar una batalla, me fui encima de la bruja, para botarla de una vez por todas de mi vida, de mi privacidad, de mi ropero. Me la fui encima, me trepé de su joroba dándole algunos puñetes debiluchos, la bruja estiró sus alas, estiró las garras y las clavó sobre mi pecho, no fueron necesarias las bofetadas, suficiente con clavarme las garras y desprender dolor y sangre. La bruja me agarro del cuello, estiro las alas y me llevó a su escondite, aquel agujero de mi ropero. Era un lugar seguro para la bruja. Nadie se daría cuenta de lo que estaba pasando, dejó de dirigirme la palabra, no entendía lo que decía, hablaba en su idioma hechicero, mientras que yo postrada en el frio piso encerrada bajo llave en ese calabozo oscuro y friolento, lamenté haberme trepado sin antes calcular su enojo.

A veces la bruja aparecía con algo de comer, quería alimentarme a la fuerza cada vez que no quería, raspaba la olla con sus uñas para que pudiera entender del por  qué estaba allí. Estuve encerrada  por varias semanas, sedienta y desgreñada, totalmente desorientada. Era una mañana en que la bruja apareció delante de mí como arte de magia, me habló al oído, vamos.  Con los ojos desorbitados y las rodillas flaqueadas me sacó de ese calabozo y me llevó a su laboratorio, me enseñó un sweater, que había hecho para mí, aunque su mirada seguía seria, se le veía de buen humor. Me lo probé sin ánimos de agradar, me lo probé porque ya no tenía nada que perder. Al ver que me quedaba algo suelto, ya que había perdido algunos kilos en las siguientes semanas que me encontraba encerrada, la bruja afanosa, decidió hacerle unos ajustes, una puntada por acá y otra más abajo. Dio la vuelta alrededor mío lentamente, y notó que su obra maestra estaba muy bien hecha. Como compensación por haberme mantenido encerrada varias semanas me lo obsequió. Preferí llevarlo en mis manos, la bruja me llevó devuelta a la realidad. Estando en mi habitación, abrió el ropero y lo colocó ahí con mucho cuidado. Hizo un ademan de no maltratarlo. Abanicó sus alas curtidas y se largó.

Desde ese día he conservado el sweater, que tejió para mí, no he decidido ponérmelo, ni tampoco botarlo, ni mucho menos obsequiarlo. Lo he mantenido allí. Como prueba de confianza a la bruja. He notado que la bruja ya no vigila mucho, a menos que compre algo nuevo, el olor la atrae, la pone activa e histérica.

No se ha notado la bruja pero  yo he dejado todo lo que tenía, en los cajones y en el ropero. Me fui de la casa y esta vez para siempre. Lo único que me traje es lo que llevaba puesto.

Ya no sé nada de la bruja, tal vez esté haciendo de las suyas en mi ropero, tal vez esté llena de histeria o quizás esté arrebatando clothes, de gente inocente al igual que a mí. He optado en mi nueva vida, que es preferible tener luz en el ropero, no vaya ser que se cuele alguna sombra oscura y por allí se esconda la maniática bruja arrebatadora de clothes.

               

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