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MEA CULPA

Llevo sentimiento de culpa, lo admito aunque cueste decirlo o mejor dicho escribirlo. Lo tengo bien resumido en la conciencia, a veces lo recuerdo, me río y me sonrojo, otras veces lo olvido y no lo recuerdo. Creo que más que un sentimiento de culpa es una confesión personal, me doy por confesada y que Dios me perdone por mis hechos y palabras fugaces que hasta ahora lo llevo clavado como espinas en la cabeza.

Me encontraba en la casa de mis tías, -así lo recuerdo como si fuera ayer- ellas guardaban sus vasos y demás utensilios de mesa dentro de una refrigeradora antigua del cual ya no funcionaba y le perteneció a mi abuela. Pues una vez observé que ella tenía unas copas de tamaño pequeño al igual que las copas que tenía mi abuela en la casa.
En mi pequeña inocencia, observé que una de mis tías va a sacar un vaso de la refrigeradora, observé en la parte plegable de la puerta unas copas idénticas a las de mi casa, presentí que tal vez fueran mías, en ese instante sentí ira, y quise deshacerme de ello, por lo que no sabia como decirlo a voz abierta que probablemente esas copas fueran hurtadas de mi casa, del cual no había explicación alguna. Pues nunca supe la verdad. La verdad fue, después que mi tía sacó un par de vasos, yo fui corriendo hasta la refrigeradora, abrí la puerta con todas mis fuerzas hasta donde pude y la tiré haciendo remecer y sonar todo lo que llevaba adentro, inmediatamente me escondí, mi tía salió despavorida preguntándose quien fue, o quienes fueron. No encontró respuesta y yo tampoco confesé mi verdad guardada.

A mi primo le habían obsequiado unos pollitos, por lo que los tenía guardados dentro de un barril sin fondo. Sentí mucha curiosidad por tenerlos también en mi mano, jamás sentí envidia, ni mucho menos celos, solo sentía curiosidad y ternura. Mientras que los adultos estaban conversando en el patio, me fui donde estaba el barril para sacarlos, levante el barril de lata pesada, los pollitos esperaban salir uno tras otro, mi fuerza física se estaba agotando de porrazo, cuando de pronto el barril se me escapó de mis manos, decapitando a un pollito inofensivo y el otro, cortándole una de sus pequeñas garras de su pata izquierda, mientras que afortunadamente uno se salvo de milagro. Todos fueron a ver, mi primo salió despavorido, haciendo llanto a moco tendido, mientras que yo me sentí una pequeña asesina sin querer queriendo, no era mi intención, solo quería tenerlos en mi manos y no sabía como, lo siento.

Quise divertirme irónicamente con mi abuela, buscando de que reírme tontamente. Si, así es y más bien estúpidamente encontrando una sinrazón. Estando en la cocina, ella me sirvió el almuerzo, mientras que ella se servía su entrada, en ese instante cuando fue a sentarse, yo le quité la banca rápidamente, dejándola caer con todo su peso al piso, mientras que yo lance una risotada, ayudándola a levantarla, mientras que ella se sentía adolorida. No me di cuenta de sus años, ni tampoco de los míos, pero estaba grandecita para darme cuenta y diferenciar lo bueno y lo malo. Siento una melancolía por ello, un sentimiento de culpa y carga de conciencia. Los años pasan y percibo con mucha claridad el dolor de tu cuerpo y tus huesos, ahora estoy más cerca de entenderte.

Una mañana, tuve un conflicto con mi mamá, ella estaba sirviendo el desayuno, mientras que ella me criticaba y criticaba de mi todo el tiempo, haciéndome pasar por ineficiente e ignorante, yo me sentía impotente, tampoco fue mi intención pero ella seguía insistiendo, mientras que mi papá solo escuchaba y creo que también colaboraba con ella o tal vez fue neutral, no lo recuerdo. Mientras estuvimos desayunando y molestándome todo el rato, yo me dirigí hacia la cocina, cogí un cucharón con agua caliente, solo un poquito, tal vez haya sido un cuarto o mucho menos. Me dirigí hacia ella y se lo eche en la cabeza. Ese momento noté como mi papá asombrado captó ese suceso que delicadamente me dijo como podía haber echo eso. Mientras que ella, salió corriendo a echarse agua fría en la cabeza. Solo escuche, me apague y salí corriendo a esconderme, echándome la culpa irreparable, felizmente que no fue una quemadura mayor, pero el hecho queda. Ambas sabemos que nuestra relación como madre e hija no es tan buena la mayor parte del tiempo, aun así, todo este tiempo la he entendido y también me ha confesado ciertas etapas de su vida, por lo que la ayudo y la entiendo. Ahora entiendo el por qué de mi desahogo.

No soy mala persona, pero creo que en esta vida tenemos conflictos y estamos hechos de carne y hueso pero para desgracia no sabemos de quien nos estamos educando o como educarnos, con el paso del tiempo he aprendido a diferenciar precisamente lo bueno de lo malo. He aprendido a corregir mi personalidad, a entender la psicología ajena a ser más cooperativa y sensata y menos critica y rebelde. Sólo que no es suficiente expresar en palabras y decir lo mucho que lo siento desde el fondo de mi corazón y mi alma, no sabia lo que hacia.                            

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