Recuerdo mucho a verme deslizado sobre las piernas de mi madre una y otra vez, lo bauticé mentalmente como mi resbaladero, las veces que estábamos en la cama, ella solía recoger sus piernas, para yo levantarme, sentarme sobre sus rodillas y finalmente descender con una picara sonrisa. De estos grandiosos e inolvidables recuerdos los tengo clavados cual flashback que vienen a mi cabeza, como cuando huelo el olorcito a queque de vainilla y canela, me deja con el pecho hinchado y el corazón nostálgico.
Mamá y yo, como todas las mañanas me llevaba al kinder en bicicleta, mientras íbamos montadas andando, también cantábamos y mucho, dentro de nuestro repertorio de música estaba, La flor de la canela de Chabuca Granda, y la cantábamos a flor de piel, con coros y bajos incluidos, como otras canciones de Yola Polastri, y de Javier Solís que tanto recuerdo sobre todo este último. Al terminar mis clases de mediodía, siempre la esperaba en la recepción del colegio, ahí la veía, acompañada de su inseparable bicicleta. Enseguida me montaba a la bicicleta junto con ella, al regreso a casa, teníamos la buena costumbre de hacer una breve parada en la plazita Barranca y pedíamos mazamorra morada con canela en polvo, y de tomar una refrescante chicha morada. No recuerdo haber probado tales manjares en otros lugares, ¡Qué maravilloso recuerdo!.
Una tarde, entré en la habitación, y la encontré descansando en la cama, con un libro entreabierto en la mano, de pronto pensé que estaría estudiando. Ella, la mujer de la clásica bicicleta azul, resultó ser muy estudiosa e inteligente.
Otra tarde de alguna fecha olvidada, mi mamá y yo, solíamos darnos siestas, para mí sorpresa, ella terminaba sorprendiéndome cada vez que yo me despertaba, y la encontraba bien alistándose, tomando un baño, viendo la tele al otro lado de la habitación, maquillándose, o simplemente había desaparecido. Con los años entendí sus razones de no encontrarla en casa, me di cuenta que ella estudiaba en la universidad, y siempre quiso darme un buen ejemplo a través de ella.
Mi mamá era adivina, y lo sigue siendo, pero desde las primeras fechas, ella solía corregir mi cuaderno en borrador, sabía que me comía las letras, que me saltaba los puntos y las comas e inclusive obviaba las tildes. Ella lo sabía todo, y un día le pregunté como sabía tanto si ella no había estado en la clase conmigo. Me respondió sabiamente: "la lectura hace un buen conocedor, y si tu leerías libros aprenderías nuevas palabras". Esas palabras me marcaron cual tic tac, y como las agujas del reloj que van marcando sus horas y su tiempo, empecé con un libro por curiosidad y sigo en mi interminable número de libros leídos y por leer.
En mi época de adolescente, se revelaba mi rebeldía. Mamá no me daba permiso para ir a nadar, por sus temerosas ideas de bacterias en la piscina. Mientras que yo me imponía y como todas las mañanas solía escaparme para ir a entrenar. Al regresar a casa, me veía el gran cambio contrastado de mi piel. Es verdad que otras veces pasaba por alto mis escapadas o llegadas con hora de retraso a casa, pero también tenía el gotero que colmaba su vaso, y ese gotero eran mis actitudes. De pronto llegué a casa pasando la media noche, mientras que yo trataba de cerrar la puerta cuidadosamente para que no sintiera mi llegada, de un momento a otro sentí una mano que tocó mi oreja, era ella, se encontraba escondida detrás de la puerta, deseosa de mandarme una zurra, por haberla estresado, preocupado y desobedecido.
Y los años pasaron y no en vano, y ella se convirtió en mi consejera espiritual, mi guía, mi fiel testigo y confidente. Ahora entiendo todo lo que una madre hace por el bienestar de sus hijos, lo invierte en un sacrificio y con el tiempo se convierte en una recompensa.
Mi mamá me tuvo cuando ella tenía veinticuatro años de edad, estudió economía en la universidad y se graduó con honores, se casó con mi papá y el único hombre a quien amó, años mas tarde se terminaron separando, y el dolor que le provocó fue como latigazos en el corazón, fue una etapa crítica, y hubo un año que no teníamos nada que comer, sólo camote, arroz, lentejas y huevo, ese era el menú diario, aun me encontraba en la secundaria, al año siguiente que acabé, ella aprendió a superarlo y tomar el rumbo de su camino de mi mano, las dos y nadie mas. Se propuso salir adelante para darme una mejor educación, trabajó, formó su empresa, todos los días se levanta temprano para ir a trabajar y se va muy gustosa, mientras que yo me quedo admirada y maravillada, como puede tanto me pregunto.
Las veces que me encontraba en la oficina, pensaba en ella mucho, me imaginaba verla trabajando, siempre le tengo un espacio especial en mi corazón y mi mente, por lo que decidía invitarla a viajar de un momento a otro, sin planificarlo, creo que a partir de esa fecha nos hemos aliado a un más, descubrí que le encanta la naturaleza pero también le tiene respeto, en estos últimos tiempos he comprado muchas anécdotas como madre e hija y como amigas también. Qué bueno que así lo sea, porque eso mantiene mi corazón reconfortado pero también me hace pensar no en mí, sino también en ella. Solo le pido a Dios padre, que bendiga mil veces las acciones de mi madre, seguir disfrutando de la naturaleza y paisajes, seguir acompañándola el resto de mis días al lado de ella, y vaya a donde vaya, ella estará y vendrá conmigo.
Hace poco me sentí mal del estomago, y fue ella quien compró el medicamento y preparó una sopa de pollo y como el alma supiera adonde se encuentra su cuerpo, ésta regresó a mí. ¡Qué bien me sentí!.
Ayer salí con unas amigas, me demoré en regresar a casa, veo que la luz de la habitación estaba encendida, una sonrisa esbozó en mí y es cierto que cuando dicen que una madre no se cansa de esperar. El cordón umbilical aun sigue conectado en el corazón y mente de una madre, así como la primera vez que ella te vio a los ojos, y supo que desde ese día le cambiaste la vida para siempre.
Mamá y yo, como todas las mañanas me llevaba al kinder en bicicleta, mientras íbamos montadas andando, también cantábamos y mucho, dentro de nuestro repertorio de música estaba, La flor de la canela de Chabuca Granda, y la cantábamos a flor de piel, con coros y bajos incluidos, como otras canciones de Yola Polastri, y de Javier Solís que tanto recuerdo sobre todo este último. Al terminar mis clases de mediodía, siempre la esperaba en la recepción del colegio, ahí la veía, acompañada de su inseparable bicicleta. Enseguida me montaba a la bicicleta junto con ella, al regreso a casa, teníamos la buena costumbre de hacer una breve parada en la plazita Barranca y pedíamos mazamorra morada con canela en polvo, y de tomar una refrescante chicha morada. No recuerdo haber probado tales manjares en otros lugares, ¡Qué maravilloso recuerdo!.
Una tarde, entré en la habitación, y la encontré descansando en la cama, con un libro entreabierto en la mano, de pronto pensé que estaría estudiando. Ella, la mujer de la clásica bicicleta azul, resultó ser muy estudiosa e inteligente.
Otra tarde de alguna fecha olvidada, mi mamá y yo, solíamos darnos siestas, para mí sorpresa, ella terminaba sorprendiéndome cada vez que yo me despertaba, y la encontraba bien alistándose, tomando un baño, viendo la tele al otro lado de la habitación, maquillándose, o simplemente había desaparecido. Con los años entendí sus razones de no encontrarla en casa, me di cuenta que ella estudiaba en la universidad, y siempre quiso darme un buen ejemplo a través de ella.
Mi mamá era adivina, y lo sigue siendo, pero desde las primeras fechas, ella solía corregir mi cuaderno en borrador, sabía que me comía las letras, que me saltaba los puntos y las comas e inclusive obviaba las tildes. Ella lo sabía todo, y un día le pregunté como sabía tanto si ella no había estado en la clase conmigo. Me respondió sabiamente: "la lectura hace un buen conocedor, y si tu leerías libros aprenderías nuevas palabras". Esas palabras me marcaron cual tic tac, y como las agujas del reloj que van marcando sus horas y su tiempo, empecé con un libro por curiosidad y sigo en mi interminable número de libros leídos y por leer.
En mi época de adolescente, se revelaba mi rebeldía. Mamá no me daba permiso para ir a nadar, por sus temerosas ideas de bacterias en la piscina. Mientras que yo me imponía y como todas las mañanas solía escaparme para ir a entrenar. Al regresar a casa, me veía el gran cambio contrastado de mi piel. Es verdad que otras veces pasaba por alto mis escapadas o llegadas con hora de retraso a casa, pero también tenía el gotero que colmaba su vaso, y ese gotero eran mis actitudes. De pronto llegué a casa pasando la media noche, mientras que yo trataba de cerrar la puerta cuidadosamente para que no sintiera mi llegada, de un momento a otro sentí una mano que tocó mi oreja, era ella, se encontraba escondida detrás de la puerta, deseosa de mandarme una zurra, por haberla estresado, preocupado y desobedecido.
Y los años pasaron y no en vano, y ella se convirtió en mi consejera espiritual, mi guía, mi fiel testigo y confidente. Ahora entiendo todo lo que una madre hace por el bienestar de sus hijos, lo invierte en un sacrificio y con el tiempo se convierte en una recompensa.
Mi mamá me tuvo cuando ella tenía veinticuatro años de edad, estudió economía en la universidad y se graduó con honores, se casó con mi papá y el único hombre a quien amó, años mas tarde se terminaron separando, y el dolor que le provocó fue como latigazos en el corazón, fue una etapa crítica, y hubo un año que no teníamos nada que comer, sólo camote, arroz, lentejas y huevo, ese era el menú diario, aun me encontraba en la secundaria, al año siguiente que acabé, ella aprendió a superarlo y tomar el rumbo de su camino de mi mano, las dos y nadie mas. Se propuso salir adelante para darme una mejor educación, trabajó, formó su empresa, todos los días se levanta temprano para ir a trabajar y se va muy gustosa, mientras que yo me quedo admirada y maravillada, como puede tanto me pregunto.
Las veces que me encontraba en la oficina, pensaba en ella mucho, me imaginaba verla trabajando, siempre le tengo un espacio especial en mi corazón y mi mente, por lo que decidía invitarla a viajar de un momento a otro, sin planificarlo, creo que a partir de esa fecha nos hemos aliado a un más, descubrí que le encanta la naturaleza pero también le tiene respeto, en estos últimos tiempos he comprado muchas anécdotas como madre e hija y como amigas también. Qué bueno que así lo sea, porque eso mantiene mi corazón reconfortado pero también me hace pensar no en mí, sino también en ella. Solo le pido a Dios padre, que bendiga mil veces las acciones de mi madre, seguir disfrutando de la naturaleza y paisajes, seguir acompañándola el resto de mis días al lado de ella, y vaya a donde vaya, ella estará y vendrá conmigo.
Hace poco me sentí mal del estomago, y fue ella quien compró el medicamento y preparó una sopa de pollo y como el alma supiera adonde se encuentra su cuerpo, ésta regresó a mí. ¡Qué bien me sentí!.
Ayer salí con unas amigas, me demoré en regresar a casa, veo que la luz de la habitación estaba encendida, una sonrisa esbozó en mí y es cierto que cuando dicen que una madre no se cansa de esperar. El cordón umbilical aun sigue conectado en el corazón y mente de una madre, así como la primera vez que ella te vio a los ojos, y supo que desde ese día le cambiaste la vida para siempre.
Que lindooooo!!!...saludame a tu mami por su día bendiciones!!!... Rommy Marcovich
ResponderEliminarGracias Rommy!... muchas bendiciones
EliminarSolo acabo de leer tu cuento ....me parece fabuloso y excelente me has hecho llenar mis ojos de agua y senti que tal vez mi infancia fue algo parecida y me senti muy identificado cada palabra tuya era como cada palabra que yo hubiera utilizado tal vez para relarar mi niñez son algo parecidas....pero li bueno es que estamos aqui 2014 para seguir viviendo y mw alegro jill de haberte conocido...te admiro por tu capacidad para escribir. .pues tal vez es un don que yo hubiera querido tener a pesar que no te conozco mucho. ..me siento contento por haberte conocido... cdte Ysmael G.
ResponderEliminarGracias Ysmael, cada uno tenemos anecdotas de nuestras vidas casuales o distintas, aun así la niñez ha sido una aventura esplendida para enseñarnos a ser pacientes...nuevamente gracias por tus palabras, a mi tambien me da gusto haberte conocido. Un gran abrazo.
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