Al día siguiente desperté faltando diez minutos para la hora pactada, e inmediatamente escribí al grupo manifestando mi tardanza, bueno pues, se prolongó la salida para dos horas después, no por mí, sino también por mis otros primos, al final, pasamos a recoger uno por uno, compramos lo necesario en un grifo y nos en rumbamos a la playa Las Minas de la reserva Paracas, que tanto me gusta y es una de mis playas favoritas, dicho sea el paso, hace muchos pero muchos años que no iba, y pensé que si algún día regresaría sería por un día muy especial, y así lo fue.
Llegamos a la playa, bajamos las empedradas escaleras, un primo mio pisó mal y resbaló causándole raspones en los brazos, ya que estos fueron su apoyo (felizmente), sin mayor daño físico, pudimos ubicarnos y escoger la mejor zona visible al mar.
No es por nada, pero es la primera vez en toda nuestras vidas que venimos a la playa juntos, increíble pero cierto, enserio fue un día muy especial, les comenté que tenía un lugar favorito haciendo la señal con mi dedo, mis dos primos y la esposa de mi primo, me acompañaron ya que estaban tan deseosos de conocerlo como yo de regresar, teníamos que caminar unos cuantos metros, caminando sobre las rocas, existe un pequeño arrecife casi, casi una mini playa caribeña, solo le faltaba un par de palmeras y todo quedaba de lux, aunque sea mi sueño algo caprichoso, aun así me encanta mi lugar favorito, quisiera quedarme ahí un tiempo, desestresarme de la ciudad, de las personas, de todo, fue mi deseo final. Regresaré.
Nos quedamos reposando, tomándonos muchas fotos, saltando rocas y desafiando a la naturaleza, entre erizos y conchas marinas, y entre el mar tibio finalmente nos pudimos sentar y alargarnos al vaivén de las olas. ¡Esto es vida!.
Junté un par de piedras, (tengo esa costumbre), las piedras más bonitas me suelo traer conmigo, he descubierto que hacerme masajes en la planta de mis pies con ellas son una verdadera delicia, en ningún spá se podrá encontrar tal idea.
Nuestra tarde se está dando por terminada y los vientos fuertes no los indica. Mi sombrero que me traje de Cuba, se desprendía de mi cabeza con facilidad, una y otra vez, y por suerte iba a parar entre las piernas de personas desconocidas, quienes amablemente me lo entregaban. Cuando pensé que finalmente mi sombrero lo llevaba en mi cabeza, al subir a la camioneta me di cuenta que ya no estaba, lo había perdido, o se perdió solo, no sé como fue, todo ocurrió en segundos, me dio mucha pena, y como verán en la fotografía, fue mi ultima puesta. Creo que algo de he compensar. Entonces cuando regrese a Cuba, me compraré otro, y también iré a mi playa favorita, esta vez en Cayo Largo, así como la de Las Minas, (una vez más el deseo y el capricho se apodera de mi).
Fue un día dichoso, nostálgico, para recordarlo siempre, hemos quedado en regresar muy pronto, y es que el verano recién comienza. ¡Qué dichosa me siento!.
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