Un año y dos meses han pasado de tu partida, y hasta el día de hoy no dejo de pensarte y extrañarte tanto. He imaginado y creído muchas veces que has estado aquí presente en la casa, sentada en la cocina, escuchándonos hablar, atenta a muchas cosas, y cada vez que compartíamos el almuerzo, imaginaba una vez más que tu te encontrabas sentada comiendo, cogiendo tu cuchara con la mirada plácida y presta a escuchar. Ya son dos años, justo hoy dieciocho de febrero, que no celebramos tu cumpleaños juntas. Cada vez que volteo las páginas para recordar aquellos tiempos que serán imborrables en mi memoria, te siento viva y sonrío al cielo porque he vivido los mejores momentos de mi vida a tu lado.
Mamá licia, así te llamaba, quitando la A de tu nombre. Recuerdo que temprano por las mañanas me proponías que te acompañe al mercado, y yo gustosa iba colgada de tu mano. Nos peinábamos y nos demorábamos cerca de tres horas, de solo preguntar precios, comprar donde las caseras de siempre, hasta finalmente llegar al paradero y regresarnos a casa.
Ella, me tendía la comida, me cuidaba mucho, era como su pequeña y ultima hija, en realidad era su nieta, pero su amor por mi fue tan grande que no pudo abarcar en su corazón.
A veces solía sentarse en la escalera del tragaluz de la casa, pues allí tenía mejor iluminación natural, para poder pasar el hilo a su costura, cada vez que lo intentaba y no lograba apuntar, me llamaba y con mis cinco años, me enseñó a coger el hilo y la aguja y ayudarle a pasar, mientras que yo gloriosa de satisfacción, le entrega su hilo preparado para una nueva costura. Siempre veía a mi abuela coser, ella se hacía sus propios vestidos, no porque fuera costurera, mucho menos porque no tuviera para comprarse, era porque le gustaba, disfrutaba lo que hacía. No solo cosía, sino que también tejía, y me hacía muchas chompas abrigadoras. Hemos sido compañera de viaje, asistente personal, fiel acompañante hacer documentaciones y demás trámites y al terminar me premiaba con un helado. Ella es y será mi inspiración como mujer, una mujer virtuosa. Un ejemplo como madre y abuela que de alguna manera sin que ella se de cuenta aprendí cosas buenas. Tu sembraste la semilla en mí y que tan agradecida estoy contigo.
En tus últimos día de vida supe que partirías en cualquier momento, mientras tanto yo me estaba preparando mentalmente para ese momento. Sin embargo prometí estar contigo hasta tu último suspiro. El día que entré a firmar los papeles y sacarte de aquel cuarto frío, te toqué y estabas fría, en paz, por fin los dolores de tu cuerpo había dejado de doler. Te abracé y te dí un beso en la frente que fue como un tatuaje en mis labios, te sentí, y sentí que a través del beso te despedías de mi y tu amor por mi se mantenía en pie.
Lloré mucho, mi corazón estaba desecho, sin embargo era consciente que transcendiste a un nuevo mundo, entonces le pedí a Dios en ese momento que si en algún momento de tu vida cometiste errores, lo saldara con el amor que me tuviste. He orado y siempre lo hago por tí, por tu alma. En el momento en que más te necesite me tendiste la mano. Mi amor y mi gratitud por ti son infinitamente inquebrantable.
Cada vez que te pienso, me echo a llorar, otras veces sonrío, otras veces me detengo y me parece increíble no verte, y otras veces siento que escuchas lo que digo. Te he soñado, y te vi que has estado presente escuchando todo lo que hablamos, te he soñado y te vi como antes, una mujer sin canas, resplandeciente, joven hacedora.
Recuerdo que al mes de tu ausencia física, fui a limpiar tu habitación como siempre lo he hecho cuando iba a visitarte. Al terminar rocié el perfume que te regalé por tu habitación y sentí y escuché un sonido como si fuera un suspiro y un viento una combinación de ambos, como si algo se reventará. Me asusté, y salí de la habitación, mi mamá también lo escuchó. Y entendí que era tu energía, tal vez tu energía empozada allí, te liberé para que pudieras trascender. Me reconfortó saber que hasta el fin de tus días y después de ellos sigo aportando algo por ti.
A pesar del tiempo quiero confesarte que para mi has sido y serás mi mejor mamá, mi mejor abuela, mi inspiración, mi razón y mi todo. Te extraño tanto...
Mamá licia, así te llamaba, quitando la A de tu nombre. Recuerdo que temprano por las mañanas me proponías que te acompañe al mercado, y yo gustosa iba colgada de tu mano. Nos peinábamos y nos demorábamos cerca de tres horas, de solo preguntar precios, comprar donde las caseras de siempre, hasta finalmente llegar al paradero y regresarnos a casa.
Ella, me tendía la comida, me cuidaba mucho, era como su pequeña y ultima hija, en realidad era su nieta, pero su amor por mi fue tan grande que no pudo abarcar en su corazón.
A veces solía sentarse en la escalera del tragaluz de la casa, pues allí tenía mejor iluminación natural, para poder pasar el hilo a su costura, cada vez que lo intentaba y no lograba apuntar, me llamaba y con mis cinco años, me enseñó a coger el hilo y la aguja y ayudarle a pasar, mientras que yo gloriosa de satisfacción, le entrega su hilo preparado para una nueva costura. Siempre veía a mi abuela coser, ella se hacía sus propios vestidos, no porque fuera costurera, mucho menos porque no tuviera para comprarse, era porque le gustaba, disfrutaba lo que hacía. No solo cosía, sino que también tejía, y me hacía muchas chompas abrigadoras. Hemos sido compañera de viaje, asistente personal, fiel acompañante hacer documentaciones y demás trámites y al terminar me premiaba con un helado. Ella es y será mi inspiración como mujer, una mujer virtuosa. Un ejemplo como madre y abuela que de alguna manera sin que ella se de cuenta aprendí cosas buenas. Tu sembraste la semilla en mí y que tan agradecida estoy contigo.
En tus últimos día de vida supe que partirías en cualquier momento, mientras tanto yo me estaba preparando mentalmente para ese momento. Sin embargo prometí estar contigo hasta tu último suspiro. El día que entré a firmar los papeles y sacarte de aquel cuarto frío, te toqué y estabas fría, en paz, por fin los dolores de tu cuerpo había dejado de doler. Te abracé y te dí un beso en la frente que fue como un tatuaje en mis labios, te sentí, y sentí que a través del beso te despedías de mi y tu amor por mi se mantenía en pie.
Lloré mucho, mi corazón estaba desecho, sin embargo era consciente que transcendiste a un nuevo mundo, entonces le pedí a Dios en ese momento que si en algún momento de tu vida cometiste errores, lo saldara con el amor que me tuviste. He orado y siempre lo hago por tí, por tu alma. En el momento en que más te necesite me tendiste la mano. Mi amor y mi gratitud por ti son infinitamente inquebrantable.
Cada vez que te pienso, me echo a llorar, otras veces sonrío, otras veces me detengo y me parece increíble no verte, y otras veces siento que escuchas lo que digo. Te he soñado, y te vi que has estado presente escuchando todo lo que hablamos, te he soñado y te vi como antes, una mujer sin canas, resplandeciente, joven hacedora.
Recuerdo que al mes de tu ausencia física, fui a limpiar tu habitación como siempre lo he hecho cuando iba a visitarte. Al terminar rocié el perfume que te regalé por tu habitación y sentí y escuché un sonido como si fuera un suspiro y un viento una combinación de ambos, como si algo se reventará. Me asusté, y salí de la habitación, mi mamá también lo escuchó. Y entendí que era tu energía, tal vez tu energía empozada allí, te liberé para que pudieras trascender. Me reconfortó saber que hasta el fin de tus días y después de ellos sigo aportando algo por ti.
A pesar del tiempo quiero confesarte que para mi has sido y serás mi mejor mamá, mi mejor abuela, mi inspiración, mi razón y mi todo. Te extraño tanto...
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