A él lo conocí por casualidades de la vida, de esos inesperados momentos en que uno se encuentra deshojando margaritas, tal vez estaba en mi destino conocerlo o quien sabe el destino travieso y aventurero quiso que escribiera estas lineas, como buena escritora que soy.
Lo conocí en una cafetería, cuando no supe que eligir y de pronto surgió una conversación repentina con aquel hombre de al lado mio, -te recomiendo un café moka, te va a encantar, no vas a tener pierde-. Sentencio con tal orgullo que se le achinaron sus ojos, eso me cautivó respondiendole con una amable sonrisa del cual terminé aceptando. -También te recomendaría unas galletitas de chocolate que le darán un toque especial- comentó para sus adentros esbozando una deliciosa sonrisa e inclinando su mirada en mi. Le reté que la compartiéramos juntos, él no tenía prisa y yo tampoco. Sin querer ambos pasamos dos horas sentados en aquel café conversando deliciosamente de nuestros propios destinos y locas aventuras. Me dio su número y quedamos en comunicarnos cuando podamos. Esa noche me quedé pensando en él, en como nos conocimos, fue acaso una coincidencia o casualidad, es una ilusión o en todo caso es el amor mismo. Él, cirujano plástico y yo una simple escritora que no tenía nada mejor que contar historias. Él, algunos años mayor que yo y yo una jovencita con inquietantes preguntas sobre su vida.
Una mañana decido llamarlo para saludarlo y saber como estaba, para mi suerte recordó el sonido de mi voz, y con una estruendosa alegría respondió que le encantaría verme una vez más. Mientras que al otro lado del teléfono, me partía de emoción.
Fui a recogerlo a su consultorio, me hizo pasar mientras que el terminaba de ordenarse, noté que prefería mantener las cortinas cerradas, sin que pudiese aparecer una pizca de luminosidad. Al parecer le disgustaba y prefería estar a media luz, mientras que mi curiosidad iba mas allá, hizo una pausa repasando su mirada frente a mi; en ese instante arregló mi cabello con una sutil delicadeza, como de un niño inocente, del cual generó una ternura en mi. ¡Vamos!, que se nos hace tarde atinó en responder. ¿Adonde?, di un brinco, ya lo sabrás...
Al pasar el tiempo, nuestra confianza y genuidad humorística se hizo más estrecha, le encantaba sorprenderme de vez en cuando con alguna locura, acompañado de palabras dulces, graciosas y sonoras carcajadas del cual sin darse cuenta encendió el chispazo de la ilusión. Él disfrutaba verme hablar, y a mi me encantaba verlo sonreír. Aunque muchas veces le hacían gracias mis palabras, era porque yo no sabia que hacer con estos nervios y que cada vez que estaba frente suyo llenaba mi existencia.
Al momento de despedirnos, hubo una fuerte atracción, fue mutuo y a su vez mágico e inquietante. Nos besamos, me sostuvo por la cintura y yo enredada a su cuello, era quien le acariciaba los hilos de su ansiedad. Al encontrar nuestras miradas al mismo tiempo, sonreímos acudiendo a lo más cercano, la pared.
Eramos dos corazones que estallaban en huracanes de pasión, que querían hundir sus cuerpos en los mares de ilusión y así era como nuestros encuentros fortuitos, se hicieron costumbre, como cada noche acostada en su pecho, consumidos por la lujuria, danzando movimientos extraños y desmedidos que acababa con la furia en los talones y el abuso en los colmillos para terminar con suspiros jubilosos, agotados por el delirio. Acaricio su rostro le doy un beso, quedamos extasiados.
Llegó el alba, y el aroma de mi piel temprana lo despierta, le inquieta el aroma tibio de mi espalda, me besa, me despierta y nuevamente comenzamos a perder los estribos.
Él, es el hombre quien conocí hace un tiempo atrás, que sin querer me cambió el aura, el brillo de mis ojos y hasta mi forma de caminar, el destino así lo quiso y yo le haré caso hasta donde se pueda. Muchas veces aparece en mis sueños, diciéndome -espérame que ya llego- cuando despierto veo un mensaje de él: "me encantas". Me inflo de felicidad y decido que hoy es un buen día para sorprenderlo una vez más.
Lo conocí en una cafetería, cuando no supe que eligir y de pronto surgió una conversación repentina con aquel hombre de al lado mio, -te recomiendo un café moka, te va a encantar, no vas a tener pierde-. Sentencio con tal orgullo que se le achinaron sus ojos, eso me cautivó respondiendole con una amable sonrisa del cual terminé aceptando. -También te recomendaría unas galletitas de chocolate que le darán un toque especial- comentó para sus adentros esbozando una deliciosa sonrisa e inclinando su mirada en mi. Le reté que la compartiéramos juntos, él no tenía prisa y yo tampoco. Sin querer ambos pasamos dos horas sentados en aquel café conversando deliciosamente de nuestros propios destinos y locas aventuras. Me dio su número y quedamos en comunicarnos cuando podamos. Esa noche me quedé pensando en él, en como nos conocimos, fue acaso una coincidencia o casualidad, es una ilusión o en todo caso es el amor mismo. Él, cirujano plástico y yo una simple escritora que no tenía nada mejor que contar historias. Él, algunos años mayor que yo y yo una jovencita con inquietantes preguntas sobre su vida.
Una mañana decido llamarlo para saludarlo y saber como estaba, para mi suerte recordó el sonido de mi voz, y con una estruendosa alegría respondió que le encantaría verme una vez más. Mientras que al otro lado del teléfono, me partía de emoción.
Fui a recogerlo a su consultorio, me hizo pasar mientras que el terminaba de ordenarse, noté que prefería mantener las cortinas cerradas, sin que pudiese aparecer una pizca de luminosidad. Al parecer le disgustaba y prefería estar a media luz, mientras que mi curiosidad iba mas allá, hizo una pausa repasando su mirada frente a mi; en ese instante arregló mi cabello con una sutil delicadeza, como de un niño inocente, del cual generó una ternura en mi. ¡Vamos!, que se nos hace tarde atinó en responder. ¿Adonde?, di un brinco, ya lo sabrás...
Al pasar el tiempo, nuestra confianza y genuidad humorística se hizo más estrecha, le encantaba sorprenderme de vez en cuando con alguna locura, acompañado de palabras dulces, graciosas y sonoras carcajadas del cual sin darse cuenta encendió el chispazo de la ilusión. Él disfrutaba verme hablar, y a mi me encantaba verlo sonreír. Aunque muchas veces le hacían gracias mis palabras, era porque yo no sabia que hacer con estos nervios y que cada vez que estaba frente suyo llenaba mi existencia.
Al momento de despedirnos, hubo una fuerte atracción, fue mutuo y a su vez mágico e inquietante. Nos besamos, me sostuvo por la cintura y yo enredada a su cuello, era quien le acariciaba los hilos de su ansiedad. Al encontrar nuestras miradas al mismo tiempo, sonreímos acudiendo a lo más cercano, la pared.
Eramos dos corazones que estallaban en huracanes de pasión, que querían hundir sus cuerpos en los mares de ilusión y así era como nuestros encuentros fortuitos, se hicieron costumbre, como cada noche acostada en su pecho, consumidos por la lujuria, danzando movimientos extraños y desmedidos que acababa con la furia en los talones y el abuso en los colmillos para terminar con suspiros jubilosos, agotados por el delirio. Acaricio su rostro le doy un beso, quedamos extasiados.
Llegó el alba, y el aroma de mi piel temprana lo despierta, le inquieta el aroma tibio de mi espalda, me besa, me despierta y nuevamente comenzamos a perder los estribos.
Él, es el hombre quien conocí hace un tiempo atrás, que sin querer me cambió el aura, el brillo de mis ojos y hasta mi forma de caminar, el destino así lo quiso y yo le haré caso hasta donde se pueda. Muchas veces aparece en mis sueños, diciéndome -espérame que ya llego- cuando despierto veo un mensaje de él: "me encantas". Me inflo de felicidad y decido que hoy es un buen día para sorprenderlo una vez más.
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