La historia fue asi; mi mamá esa noche se encontraba con unos antojos interminables, requería una y otra vez de Coca-Cola con cuatro hielos incorporados en aquel vaso tamaño familiar. Mi abuela, le dijo que no tomará cosas heladas y podría enfermarse o coger un resfriado. Era verano, hacia un calor sofocante, mi mamá solo quería saciar su sed, recostada en el sofá de la sala. Esa misma noche, mi abuela con mi abuelo viajaban a la medianoche, puesto que decidieron descansar. Al cabo de una hora, a mamá le produce ganas de ir al baño una y otra vez, supuso que era porque había tomado mucha Coca-Cola, mi mamá por ese entonces no era de aquellas mujeres de ponerse en alerta, y lo tomó todo con naturalidad, regresó a la habitación y decidió descansar, no sin antes, sentir una humedad pronunciada entre sus piernas. Que raro- se dijo-, mis abuelos despertaron para cambiarse y arreglar sus cosas. En ese momento mi abuela, entra a ver como estaba todo con mi mamá, ella le cuenta con suma frescura, de lo mucho que ha bebido y ahora está miccionando cada minuto, mi abuela se puso en alerta, y procuró mantener la calma, ya es la hora -le dijo-. Mi mamá absorta, fue a vestirse, y ante tanta emoción, olvidaron alistar la maleta con ropa y pañales. Salieron, apurados, mi abuelo pisó el acelerador y no paró hasta el hospital. Entre dolores, ensanchamiento del musculo pélvico, y entre otros retortijones y quejidos, por fin mi mamá dio a luz a una niña, si, la niña que había deseado desde su niñez. Como no tenían con qué arroparme, pues mi abuela se sacó el abrigo que llevaba puesto y con eso me envolvió. Mientras que mi diminuto cuerpo se desaparecía entre el abrigo, daba paso a la curiosidad de los ojos de mi mamá. Oh mi bebé, -eso dijo-.
Mi mamá y me abuela me cuentan, que cuando aun no sabia caminar, me soltaban en el corral, predian el televisor y lo dejaban en el canal del Chavo del ocho, mientras que ellas cocinaban, escuchaban al otro lado del salón mi risa alborozada, entre ambas se miraban y sonreian entre si.
Con el transcurrir del tiempo, mis mamitas y yo siempre nos hemos mantenido unidas, cuando mi mamá desconocia de alguna dolencia mia, mi abuela estaba ahí, y recuerdo que ella era una curandera botanica, con todos sus aceites y hierbas que me echaba en mi cuerpo, cada vez que me sentía mal, siempre resultaba aliviarlos de alguna manera.
Mi abuela, ha sido una mujer fuerte, ama de casa y fiel esposa, le gusta las cosas organizadas y la limpieza, mientras que mi mamá, es una mujer honorable, trabajadora y leal. Y en estos momentos es lo que más rescato de ambas, su gran fortaleza para seguir con el día a día.
Pues los recuerdos son grandes, y no me alcanzaría el día y el post que estoy escribiendo, para decirles lo gran afortunada que soy de tenerlas juntas, mis pilares de vida. Mami y mamita.
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